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Culturales
Los primitivos habitantes de ambas márgenes del Paraná, llamado Grupo del Litoral, pueden dividirse en tres sectores según su ubicación: uno septentrional, otro central y un tercero meridional. Cada uno se diferencia del otro por alguna particularidad lingüística o cultural, aunque en lo fundamental su cultura básica haya sido una sola. El motivo de estas diferencias radica en que, al estar toda la región influida por poblaciones alóctonas, en el momento del descubrimiento de América cada sector se encontraba en un momento distinto de aculturación (Canals Frau, 1986).
En el sector meridional se ubicaron los Chañáes -al oeste del río Paraná- y los Mbeguáes -al este de dicho río-. Por lo tanto, esta última cultura es la que ocupaba la zona del Parque Nacional Pre-Delta, aunque los Carcaráes encontraban su límite austral no lejos de él, de modo que estas dos culturas tuvieron injerencia en la zona.
En cuanto a su aspecto físico, distintos cronistas coinciden ampliamente en describirlos como de altura considerable, hipótesis que se vería confirmada por el hallazgo de restos óseos.
El rasgo común del estilo de vida de los pueblos aborígenes litoraleños es la práctica de la pesca como principal –o al menos muy importante– medio de subsistencia. Hay indicios del uso de redes y de que las canoas eran monóxilas (fabricadas con un solo tronco) y largas (podrían haber medido hasta 20 m) Se sabe también que la caza y la recolección fueron otro medio de sustento y, por el contrario, no conocían la agricultura en ninguna de sus formas.
Las viviendas de estos pueblos generalmente se levantaban sobre los albardones que bordeaban ríos o lagunas. Consistían en chozas rectangulares de paredes hechas con esteras de juncos y techo de paja. Otro rasgo de sus costumbres, sobre el que coinciden distintas fuentes testimoniales de los cronistas, es la utilización de adornos de piedra que pendían de las narices, para lo cual se perforaban las aletas nasales.
Cabe señalar que en el sector sur –o sea el área analizada– estaban los habitantes menos avanzados en comparación con todos los que se ubicaban más al norte sobre la costa del Paraná.
De todas formas, hay que tener muy presente que los datos aportados por los conquistadores -como el “Diario” de López Souza, el relato de Ulrico Schmidl o la “Relación” de Irala- transmiten generalmente imágenes escuetas y muchas veces interesadas de los pueblos americanos, teñidas por el prejuicio, la mala comprensión de las lenguas indígenas y el fanatismo religioso (Tarragó, 2000)
Trasladándonos ya a un pasado más reciente, es interesante conocer algunos episodios bélicos ocurridos en las proximidades del Parque Nacional Pre-Delta, como el lugar donde se encuentra el puerto de Diamante.
El 29 de noviembre de 1851 se firma un nuevo pacto entre Brasil, Entre Ríos, la Banda Oriental y Corrientes, destinado a poner fin a la larga dominación del gobernador de Buenos Aires, Juan M. de Rosas. Se establece que el mando supremo corresponderá a Urquiza y se estipula la cooperación militar y financiera de las potencias aliadas, que se comprometen a su vez a respetar la libre navegación de los ríos. Inmediatamente comienza la formación del Ejército Grande en Diamante, que se pone en pie con una rapidez asombrosa. Nunca se había visto tamaño ejército en nuestro país: aproximadamente treinta mil hombres, de los cuales veinticuatro mil eran argentinos, cuatro mil brasileños, y dos mil orientales.
Si bien casi todos los jefes de división eran federales, hubo algunas excepciones de personajes renombrados: el general La Madrid, cuyo signo político es difícil de definir, el teniente coronel Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, que cumplía funciones administrativas en el ejército. A mediados de diciembre pudo Urquiza cruzar el Paraná con ayuda de la escuadra brasileña. Aunque se había elegido ese lugar como el ideal por su angostura y porque una gran isla permitía efectuar el cruce en dos etapas, las pérdidas fueron muchas. Gran cantidad de efectivos, animales y pertrechos de guerra fueron arrastrados por las aguas, pero la cantidad que llegó a la orilla opuesta fue suficiente para vencer, el 3 de febrero de 1852, en la célebre batalla de Caseros, a las tropas comandadas por Rosas.
Anteriormente, en julio de 1840, otro hecho vinculado con las luchas internas en el Rio de La Plata ocurrió en la inmediaciones de la ciudad de Diamante: el general federal Pedro Echagüe derrotó nuevamente a Lavalle cuando éste se embarcaba en los buques franceses para pasar a la provincia de Buenos Aires.
Investigación
y Textos:
Gabriel Omar Rodríguez
Supervisión
Técnica
Honoraria:
Juan Carlos
Chebez
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