Laguna Oca

Reserva de la Biosfera - Formosa
 

Flora

EEn el Chaco Oriental, bio-región donde se sitúa la Reserva de la Biosfera Laguna Oca, la vegetación está muy vinculada con las distintas formas del paisaje. Las comunidades vegetales se encuentran determinadas por el gradiente topográfico que ocupan, y éste está relacionado, a su vez, con el gradiente de inundación (Ginzburg y Adámoli, 2006). Sería la única reserva que ampara las selvas de inundación del río Paraguay, que poseen algunas especies vegetales propias.

El “monte fuerte” es la comunidad florística más importante. En este ambiente se desarrollan especies como el quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae), el más abundante y que alcanza el porte de unos 20 m de altura y un tronco de 1 m de diámetro; el segunda instancia, por su abundancia, está el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), de menor importancia como maderable. También están presentes el algarrobo negro (Prosopis nigra); el guayacán (Caesalpinia paraguariensis); el mistol (Ziziphus mistol); el algarrobo blanco (Prosopis alba); el chañar (Geoffroea decorticans), entre varias especies más, algunas compartidas con la parte Occidental o Chaco Seco. Estos árboles, en este sector oriental, generalmente ocupan partes altas del terreno y son en su mayoría especies caducifolias.

Otra comunidad típica de la región son los pastizales, que también se expanden sobre suelos relativamente altos, con humedad abundante pero espacios que no llegan a inundarse. En ellos prosperan especies herbáceas, entre las que predominan gramíneas como la paja colorada (Andropogon lateralis), la cola de zorro (Schizachiryum spicatum) y el espartillo dulce (Elionurus muticus) y, luego de incendios, aparecen Calea cymosa, Turnera grandifolia y Aspalia pascaloides, entre otras (Ginzburg y Adámoli, op. cit.). Un tercer ambiento florístico esta representado por sabanas, donde el agua a veces se instala por un tiempo, y en ellas son conspicuas las especies herbáceas salpicadas por palmares de caranday o palma blanca (Copernicia alba) con especies leñosas distanciadas entre sí como espinillo (Prosopis affinis) y el palo piedra ((Diplokeleba floribunda), entre otros. Señalan Ginzburg y Adámli (op. cit) que muchas veces, entre el monte fuerte y las sabanas y los palmares, existe una zona de transición donde se presenta un bosque bajo abierto, en el que coexisten árboles de menor porte, palmeras caranday y arbustos. Luego, es importante señalar que en los albardones que acompañan a los cursos de agua se forman las características selvas en galería donde se aprecian árboles de porte grande como el lapacho rosado (Tabebuia heptaphylla), el timbó colorado (Enterolobium, contortisiliquum), el espina de corona (Gleditsia amorphoides), el guayaibí (Patagonula americana), el urunday (Astronium balansae), el ombú Phytolocca dioica), el laurel blanco (Ocotea diospyrifolia), el pindó (Syagrus romanzoffiana), el Francisco Álvarez (Pisonia zapallo), el guaycurú (Capparis flexuosa) y el timbó blanco (Albizia inundata), el ibirá-pitá-í (Pterocarpus michelii), el chañar de río (Geoffroea striata), el arbusto picanilla (Guadua paraguayana) y abundantes epifitas, bromélias y trepadoras.

Sobre los albardones más bajos y angostos, que se desarrollan junto a los ríos que reciben abundantes tributarios, el Paraguay en nuestro caso, crece una selva en galería, pero bastante más pobre porque muchas especies no soportan las periódicas inundaciones que ocurren en estos, cosa que no sucede en los altos terraplenes que acompañan los cursos alóctonos, que sólo reciben aguas en sus nacientes y llegan a las costas del Paraguay y Paraná muy pobres en caudal hídrico.

En última instancia hay que mencionar una de las fisonomías más conspicuas de la zona tratada, la que ocupan los espejos de agua que según sus características reciben el nombre de esteros –son terrenos deprimidos donde el agua queda como disimulada por la abundante vegetación que generan-; lagunas, que son cuerpos de agua bien definidos, con aguas generalmente permanentes y poco profundas y desarrollan vegetación en las márgenes más que en las partes centrales; las cañadas, depresiones que se convierten en vías de escurrimiento entre terrenos con ondulaciones, cuyos suelos son hidromórficos turbosos por la rica asociación vegetal que forman. Es decir, estos humedales son muy ricos en flora acuática, siendo muy comunes los pehuajó (Thalia geniculata), el piri (Cypereus giganteus), totora (Typha sp.), el camalote o aguapé (Eichhornia azurea), la paja de techar (Panicum prionitis), la paja amarilla (Sorghastrum setosum), junco (Schoenoplectus californicus) y la paja boba (Paspalum intermedium), entre muchísimas especies más.

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez


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