Caza Fotográfica
Recomendaciones prácticas

Municiones de luz

La brisa del atardecer, de un frío cortante, hace caer unas lágrimas sobre el rostro. La tarde de setiembre ya termina y la luz comienza a perderse. La espera silenciosa, expectante, sólo es interrumpida por el croar de las ranas, el grito de las gallaretas, el llamado de algún zambullidor y la brisa que se cuela por entre los juncos de la laguna.

Agazapados en un improvisado refugio, con el frío que cala hasta los huesos, aguardamos la llegada de una garcita azulada que tiene su apostadero en las inmediaciones. La fatiga se esfuma ante la esperanza de "cobrar la presa". Casi media tarde de espera finalmente es premiada con el vuelo silencioso y un impecable aterrizaje sobre un tallo de junco que se dobla hasta casi romperse. A pocos metros observamos claramente la maravilla de este perfecto alado. La cámara, con un objetivo de 200 mm, nos permite unos primeros planos impecables. La luz del atardecer pegando de lado resalta los colores azulados y negros e intensifica los de algunas plumas que reflejan brillos eléctricos. De vez en cuando el ave escucha el chasquido de la cámara y trata de buscar al intruso sin éxito. Ocultos dentro de un bote inflable y tapados con una tela camuflada podemos pasar inadvertidos para el ojo agudo de la zancuda.

A decir verdad, la espera no fue improductiva. Nos permitió cobrar fotos de nutrias, zambullidores, gallaretas, patos, garzas, cisnes y algunos pajaritos que se acercaron para curiosear en este nuevo atolón de la laguna.

El placer no termina en el instante de obtener la foto, sino que vuelve en el momento en que, ya revelada, llega a nuestro escritorio. Sólo entonces podremos saber con certeza si hemos cumplido con todos los ritos de la técnica: luz, velocidad y foco adecuados.

La cacería de imágenes en la naturaleza permite practicar ese ancestral deporte que es la caza sin destruir, trocando municiones de plomo por municiones de luz. Es posible revivir los gratos instantes vividos hasta años después de la toma, y compartir con otros, todos y cada uno de los momentos de espera y de placer.

La era industrial nos ha desarrollado tanto que los lugares naturales donde se puede respirar aire puro ya son pocos. Y aquellos en los cuales la vida silvestre se desenvuelve libre de toda interferencia humana son aún menos. Sin embargo, dentro o en las cercanías de los conglomerados urbanos, existen algunas "islas", sitios privilegiados a salvo de las degradaciones humanas, donde se respira un aire "salvaje".

El público busca, cada vez más y por todos los medios, evadirse de su universo de hormigón, entrar en contacto con los espacios verdes y trabar una relación más estrecha con la naturaleza, perdida hace ya largo tiempo. Este retorno a las fuentes reaviva ciertos instintos ancestrales y primitivos, tales como cazar o pescar, entendidos como deportes. Lamentablemente, el exceso en su práctica, al ser altamente excluyente, contribuye a distanciarnos aún más de la naturaleza.

La tecnología nos permite canalizar estos instintos a través de otro tipo de "caza", donde el arma no mata a la presa: la caza fotográfica. Los progresos que experimentó la fotografía, tanto en tecnología como en precios, ponen al alcance de cualquier persona equipos, viajes, medios y accesos. En efecto, año tras año un mayor número de personas practican esta magnífica combinación entre la caza y la fotografía.

Algunos, con una sonrisa irónica, piensan que trocar el fusil por la cámara es sólo una excusa para no ver sangre, ya que, según el código del cazador, matar a la presa es expresión de hombría. Esto podría ser cierto si quien se aventura en el monte lo hiciese a manos descubiertas, o sólo armado con un cuchillo. Pero portar un fusil con mira telescópica, cuyo disparo letal puede alcanzar certeramente a la presa desde unos 300 metros, no parece demostrar más que la capacidad de fuego y la disposición a matar.

Una cámara fotográfica requiere un acercamiento a la "presa" por lo menos diez veces mayor que si se lleva un arma de fuego. Para ello es necesario conocer al animal, sus costumbres, su ecosistema y finalmente, cuando se encuentra a "tiro", encontrar la luz adecuada. En este caso, la "caza" es más difícil, exige más capacidad intelectual para ganarle al animal en su propio terreno. Además, luego de una ardua jornada, resulta placentero compartir con familiares y amigos los pormenores de la excursión.


Michel H. Thibaud
Patrimonionatural.com
mht@ecopuerto.com
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Presentación: La Caza Fotográfica
Introducción: Municiones de Luz
Entre la ciencia y el deporte
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