La Antártida
© María Susana Azzi
Antropóloga Cultural

La Antártida es una masa continental que ocupa el Polo Sur geográfico de nuestro planeta, y hasta hace 160 millones de años estuvo unida a la India, Africa, Australia, Nueva Zelanda y Sudamérica, formando el supercontinente llamado Gondwana. Al fragmentarse Gondwana, los continentes se fueron desplazando; durante mucho tiempo la Antártida y Australia estuvieron unidas y fueron hacia el sur, hasta que la Antártida acabó separándose de Australia. Es el continente más elevado de la Tierra, con una altura promedio de 2.000 msnm [metros sobre el nivel del mar]. Alberga alrededor del 70% del agua dulce del planeta.

Nuestra fascinación con la Antártida tiene que ver con la extrañeza de sus hielos. Es como ningún otro lugar en la Tierra. La fuerza de la naturaleza se expresa per se y no hay palabras para describirla. El hielo que hace a la Antártida tan exótica, está relacionado con la posición del continente en el confín más austral del mundo. Sin embargo, la Antártida no estuvo siempre tan lejos allá en el Sur. Si hubiéramos podido visitar la Antártida hace 260 millones de años, hubiéramos encontrado bosques templados y vegetación exhuberante. Se han encontrado restos de dinosaurios. Una diversidad como ésta requiere un clima cálido y húmedo.

Políticamente, la Antártida está amparada por el Tratado Antártico de 1959 que protege los territorios incluyendo las barreras de hielo ubicadas al sur de los 60º de latitud Sur. El Tratado estableció que la Antártida es un continente para la paz y la cooperación científica. El Protocolo de Protección Ambiental de 1991 (o Protocolo de Madrid) amplía el Tratado, por el cual se crea un Comité para la Protección del Medio Ambiente, cuya función es minimizar el impacto ambiental en la Antártida, considerada reserva natural. Para proteger la flora se prohíbe dañar a las plantas, caminar, manejar o aterrizar en los musgos o laderas cubiertas de líquenes; llevar plantas no nativas o domésticas o llevarse especímenes biológicos. No arrojar basura ni residuos. Preservar a la Antártida prístina.

El ecosistema antártico es único. Debido a la baja diversidad de especies, las cadenas alimenticias de la Antártida son relativamente simples. Hay pocas opciones de supervivencia en este ecosistema con un equilibrio tan delicado si una o más especies claves desaparece. Es un ambiente vulnerable. La sobre explotación de los recursos marinos, el agujero de ozono, y las temperaturas más altas ocasionadas por el calentamiento global, son todas amenazas que pueden dañar seriamente el frágil sur.
La temperatura gobierna la distribución de la vida en la Tierra. El hielo es el enemigo. Por esta razón, el interior de la Antártida, donde las temperaturas descienden a menos de – 80º C, carece de vida. Las vastas áreas de nieve y aquéllas cubiertas por hielo carecen de plantas. Sin embargo, alrededor de los márgenes del continente, en las islas que están más afuera y en las aguas que las circundan hay una rica variedad de wildlife y, quizás, sorprendentemente, uno de los ecosistemas más productivos del planeta.

Otro factor que limita la distribución de las plantas terrestres es la disponibilidad de agua. En las pocas áreas libres de nieve esparcidas alrededor del continente hay un cierto respiro durante el verano, cuando con el calor del sol las temperaturas suben y el hielo y la nieve se descongelan. El agua está disponible y las plantas sobreviven. Aún así, la flora terrestre es magra en número y diversidad. 

Con casi todo el continente antártico cubierto de hielo y nieve, no existe habitat adecuado para la vegetación. La oscuridad total durante el invierno, la falta de agua “líquida” y virtualmente la falta de suelo, todo conspira contra un crecimiento exhuberante de las plantas. Sólo en las areas costeras de la Antártida hay suficiente tierra desnuda para que las plantas echen raíces, y para que el agua sea un recurso accessible durante los meses más “cálidos”.

La diversidad más impresionante de las plantas ocurre en la costa oeste de la Península Antártica y en las Islas Shetland del Sur. Tal vez esto no resulte sorprendente, dado que estos lugares se encuentran a latitudes más bajas, libres de hielo y nieve durante los meses de verano, con temperaturas relativamente más templadas.

No hay árboles ni arbustos sino plantas que crecen a unos pocos centímetros de altura. Predominan los líquenes, musgos y algas. A pesar de las 24 horas de luz diurna estival, la tasa de crecimiento de las plantas en la Antártida es extremadamente baja. Algunas crecen no más de 0,5 mm por año, de manera que es importante no pisarlas…

Las algas requieren agua, luz y nutrientes para crecer. Durante el verano, algas coloradas, verdes y amarillas aprovechan el agua del deshielo. Los líquenes adornan las salientes rocosas en un cautivante despliegue de colores; sus matices amarillos, naranja, verde y negro brillante ofrecen un fortissimo contraste con el azul, el blanco y el gris predominantes en el paisaje antártico. Hay más de 260 especies y la mayor diversidad se encuentra en las Islas Shetland del Sur. Los líquenes son organismos simbióticos en los cuales algas y hongos co-habitan. Carecen de raíces, y en vez absorben el vapor que está en el aire a través de su superficie externa. El liquen es uno de los pocos organismos capaces de sobrevivir en condiciones por debajo de -20º. Crecen increíblemente despacio, tan solo 0,4 mm en un año – y algunos líquenes de la especie Rhizacarpon geographicum tienen más de 4,000 años.

Existen más de 70 especies de musgos (bryophytes) en la Antártida. Estas plantas primitivas crecen en pequeños grupos entre las grietas de la roca pero también pueden cubrir vastas áreas, como las laderas del cráter del volcán extinguido en la Isla Decepción.

El Antarctic hairgrass (Deschampsia Antarctica) y el Antarctic pearlwort (Colobanthus quitensis) son las únicas plantas que florecen en la Antártida. Se encuentran por lo general en colonias de pingüinos donde aprovechan suelos ornitogénicos.
El ecosistema marino. En contraste con las tierras pobres de la Antártida, el Southern Ocean y los mares que rodean el continente sustentan una vida rica y abundante. Estas plantas marinas experimentan condiciones bastante estables. Tienen agua potable en abundancia, y las temperaturas del mar pueden llegar a no menos de –1,9º, por debajo de la cual, el agua de mar se congela. (Cuánto más salina es el agua, menor es su punto de congelamiento). Las frías aguas antárticas son ricas en minerales y oxígeno. Cuando el sol brilla las 24 horas del día, las condiciones ofrecen un cóctel potente para que la vida se desarrolle. La parte inferior del hielo de mar (1 a 3 metros de espesor) provee un habitat para el crecimiento de las algas.

El plancton es un conjunto de organismos animales y vegetales, generalmente diminutos, que flotan en los océanos y son desplazados pasivamente por corrientes y mareas. El fitoplancton está constituido predominantemente por organismos vegetales, como ciertas algas. En el Southern Ocean, son los principales productores primarios del ecosistema, que convierten la energía solar gracias a un proceso de fotosíntesis. El fitoplancton aprovecha las largas horas diurnas durante el verano, y agua rica en nutrientes y dióxido de carbono, para crecer y florecer.

La Antártida es un ecosistema frágil, intrínsicamente ligado al resto del planeta. Aunque no siempre se asume que la Antártida y su wildlife son vulnerables a las actividades humanas. Anomalías ambientales en el Hemisferio Norte pueden sentirse en el Sur profundo, modificando para siempre la estructura del ecosistema.

Invasión de especies foráneas. En años recientes, una nueva amenaza ha comenzado a actuar. Microbios, plantas y animales no-nativos se establecen en el territorio y en las aguas que rodean la Antártida. En la parte más boreal de la Antártida, la península es particularmente vulnerable. Algas azules – verdes han llegado a la Isla King George. El agua de los tanques de los barcos, las suelas de botas y calzados pueden transportar bacterias y pequeños organismos alrededor del mundo. En nuestro viaje, debíamos desinfectar nuestras botas cada vez que bajábamos a tierra en los Zodiacs. La crudeza del clima antártico la ha protegido de especies foráneas, pero es probable que el riesgo de invasión aumentará como consecuencia del cambio climático.

El agujero de ozono

El monitoreo del ozono comenzó en 1957. En 1984 se descubrió que la capa de ozono sobre la Antártida se había reducido el 30% con respecto a parámetros anteriores, hecho que se conoció como el agujero de ozono o agujero en el ozono. Esta reducción anormal fue causada por la liberación de componentes industriales en la atmósfera. Desde entonces, este adelgazamiento de la capa se ha incrementado. El ozono es una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno (O3). La concentración de ozono es mayor entre los 15 y 40 km por encima de la superficie de la Tierra. El ozono juega un papel crucial en filtrar e impedir que peligrosas radiaciones ultravioletas (UV-R) lleguen a la Tierra. La radiación ultravioleta (el mayor componente de la luz solar) ataca las membranas del ADN en las células, y provoca mutaciones y muerte. Las personas que vivimos en el hemisferio Sur conocemos bien los efectos de una mayor exposición a los rayos UV-B. En los últimos 20 años hubo un aumento en los casos de cáncer de piel. La destrucción del ozono está causada por niveles en alza de cloro y bromo en la atmósfera. El aire contaminado se desplaza a través de la atmósfera hacia la Antártida (patrones de circulación atmosférica). Estudios recientes muestran que el agujero de ozono y niveles más altos de rayos ultravioletas están dañando el ecosistema antártico. Algunas especies de fitoplancton son particularmente sensibles, su productividad se ve seriamente afectada.

El calentamiento global ha sido reconocido en los comienzos del siglo veinte como una de las cuestiones ambientales más serias de nuestro tiempo y el futuro. Es una severa amenaza a la biodiversidad en la Antártica y otras regiones de la Tierra. En los últimos 100 años el alza de la temperatura en la Península Antártica ha sido dos o tres veces mayor al promedio global de 0,6º. En uno de nuestros desayunos a bordo, Roger Crouch, científico del M.I.T y de la NASA y astronauta de la NASA con 2 misiones al espacio, me comentó que en Marte hay calentamiento global, al mismo tiempo que en la Tierra. Que nada sabemos: ¿la actividad volcánica produce calentamiento global? ¿El cosmos? Lo bueno de luchar contra el calentamiento global es que luchamos contra la polución. Sí, el calentamiento global se ha convertido en una causa “fundamentalista” para mucha gente, pero en realidad, de hecho, muy poco sabemos sobre las causas que lo originan…

BILIOGRAFIA

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Castelo, John D. – Rogers, Scott O., Ed.,  Life in Ancient Ice, Princenton University Press, 2005.
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