Cabe la pregunta de ¿por qué debemos conservar a los
artrópodos? Una de las respuestas posibles pasa por el valor de la
biodiversidad. En efecto, una de las características más notables de
la vida es su capacidad para llegar a colmar todo espacio posible en
el planeta. Eso se ha logrado en base a la diversificación o sea a la
aparición de nuevas formas adaptadas a los desafíos que le proponen
los variados ambientes y climas: desiertos, hielos antárticos,
profundidades oceánicas, no hay lugar a dónde no llegue la vida de una
u otra forma.
Dentro de esta diversidad: los artrópodos son
seguramente el grupo animal con más especies vivas (alrededor del
millón), incluso es mucho mayor la cantidad de especies aún no
descriptas que las que se conocen. Mantener ese patrimonio genético se
hace necesario por varios motivos: primero por que la necesidad de
conocimiento del hombre hace que en ese bagaje de material de estudio
se puedan descubrir formas de vida y supervivencia que pongan en
juegos mecanismos muy sutiles y complejos que no hacen mas que
manifestar el increíble potencial de la vida para desarrollar formas y
sistemas que superan en mucho a la imaginación más afiebrada de
cualquier creativo humano. Por otro lado, y ya en un terreno más
utilitarista, muchas de las sustancias de origen biológico producidas
por artrópodos tanto conocidos como desconocidos y que aun no han
sido estudiados pueden tener una gran importancia para la salud, la
tecnología y las actividades humanas. Además debe tenerse en cuenta el
papel estético de los artrópodos como integrantes del paisaje: el
colorido de las mariposas y escarabajos, las formas geométricas de
las telas de las arañas, los sonidos de los grillos y cigarras, una
serie de factores que identifican los lugares donde vivimos o
viajamos.
Casi
siempre cuando hablamos de conservacionismo tenemos en mente a los
mamíferos y a las aves, como mucho consideramos a los demás
vertebrados: reptiles, anfibios y peces. Muy rara vez tenemos en
cuenta a los invertebrados: por ejemplo, es muy difícil leer en
revistas de divulgación algún artículo sobre el peligro de extinción
de alguna especie de insecto o araña. En parte ello es debido a que
por tratarse de seres menos conspicuos es complicado tener una idea
del estado de sus poblaciones. Además, por tratarse de especies que
suelen estar integradas por cantidades ingentes de individuos, nos
producen inconscientemente la idea de que no corren el más mínimo
peligro de extinción. Así, por ejemplo, se considera que en la selva
amazónica la masa total de hormigas cuadruplica a la de los
vertebrados. Sin embargo, cuando consideramos algunas especies en
particular, resulta evidente que pueden ser extremadamente raras en
la naturaleza, tal como queda indicado por el alto valor que alcanzan
entre los coleccionistas. Pero la rareza puede deberse no sólo a
características biológicas de la especie en sí sino además a la
relación del animal con su medio ambiente, lo cual es muy propio de
algunas especies de insectos (p. ej. : mariposas, chinches) que están
asociadas solamente a una única especie vegetal. De este modo cuando
dicho vegetal escasea porque el ambiente donde se desarrolla ha sido
alterado, también, como consecuencia, los insectos que dependen de esa
planta serán escasos. Como ejemplos podemos citar las acacias
mirmecófilas de Centroamérica cuyas gruesas espinas sirven de albergue
para hormigas simbiontes del género Pseudomyrmex. O el caso de
las yucas plantas que requieren de una polilla específica para su
polinización, de modo que en el caso de una especie, la yuca gloria,
al extinguirse su polilla polinizadora, sólo puede reproducirse
artificialmente.
Entonces vemos que la conservación de los artrópodos, cómo la de la
mayoría de los seres vivos, depende especialmente de los ambientes
donde ellos viven y es evidente que conservando los ambientes es casi
seguro que lograremos que los artrópodos a ellos asociados puedan
mantener sus poblaciones. Sin embargo la conservación de ambientes es
problemática ya que entra en conflicto con la mayoría de las
actividades económicas humanas. Así vemos que donde se desarrolló
primeramente la agricultura y ganadería en nuestro país, es decir la
pampa húmeda, ya no quedan prácticamente ninguna zona donde se haya
conservado el prístino pastizal pampeano. Debido a estas actividades
humanas de intensidad creciente debido al fenómeno de la
superpoblación, los ambientes van sufriendo transformaciones que hacen
de ellos verdaderos desiertos biológicos. En efecto, sistemas
altamente complejos y de gran biodiversidad como las selvas tropicales
y subtropicales son destruidos mediante el sistema de desmonte y quema
para reemplazarlos con monocultivos, que se caracterizan porque poseen
una población monoespecífica ( p. ej. un trigal) que no ha
evolucionado en el lugar y que trae sus propias plagas, cuyo combate
mediante el uso de insecticidas y herbicidas hace que se pierda una
gran cantidad adicional de formas animales y vegetales. Además se dan
muchos casos en que especies exóticas introducidas resultan invasoras
desplazando a las especies nativas ya que carecen de un efectivo
control natural.
Otro factor importante a tener en cuenta es la
contaminación, la cual deriva de las actividades humanas e implica una
alteración importante de los sistemas naturales. La más notable y
global es la alteración de la atmósfera tanto térmica como química,
pero la que quizás ocasione mayor impacto directo a los artrópodos sea
el uso de plaguicidas.
En este contexto es interesante considerar el diferente
concepto de la naturaleza que tienen las etnias nativas respecto del
inmigrante europeo. Mientras estos ven sólo una fuente de riqueza a
explotar mediante el recurso tecnológico y sin preocupación por el
futuro, los indígenas consideran al hombre como parte integrante del
medio ambiente, lo que implica aceptar un control natural de las
poblaciones humanas que nunca pusieron en peligro la estabilidad de
los recursos. Evidentemente esta es una postura ya difícil de mantener
a la luz de la transculturación y el avance tecnológico, por lo cual
la defensa de los ambientes depende de una toma de conciencia
responsable sobre el hoy y el futuro del hombre en el planeta Tierra.