ECOLOGÍA

 

LOS ARTROPODOS Y LA CONSERVACIÓN

 

Por Alejandro Mouchard

 

Cabe la pregunta de ¿por qué debemos conservar a los artrópodos?  Una de las respuestas posibles pasa por el valor de la biodiversidad. En efecto, una de las características más notables de la vida es su capacidad para llegar a colmar todo espacio posible en el planeta. Eso se ha logrado en base a la diversificación o sea a la aparición de nuevas formas adaptadas a  los desafíos que le proponen los variados ambientes y climas: desiertos, hielos antárticos, profundidades oceánicas, no hay lugar a dónde no llegue la vida de una u otra forma. 

Dentro de esta diversidad: los artrópodos son seguramente el grupo animal con más especies vivas (alrededor del millón),  incluso es mucho mayor la cantidad de especies aún no descriptas que las que se conocen. Mantener ese patrimonio genético se hace necesario por varios motivos: primero por que la necesidad de conocimiento del hombre hace que en ese bagaje de material de estudio se  puedan descubrir formas de vida y supervivencia que pongan en juegos mecanismos muy sutiles y complejos que no hacen mas que manifestar el increíble potencial de la vida para desarrollar formas y sistemas que superan en mucho a la imaginación más afiebrada de cualquier creativo humano. Por otro lado, y ya en un terreno más utilitarista, muchas de las sustancias de origen biológico  producidas por artrópodos tanto conocidos como desconocidos  y que aun no han sido estudiados pueden tener una gran importancia para la salud, la tecnología y las actividades humanas. Además debe tenerse en cuenta el papel estético de los artrópodos como integrantes del paisaje: el colorido de las mariposas y escarabajos,  las formas geométricas de las telas de las arañas, los sonidos de los grillos y cigarras, una serie de factores que identifican  los lugares donde vivimos o viajamos.           

            Casi  siempre cuando hablamos de conservacionismo  tenemos en mente a los mamíferos y  a las aves, como mucho consideramos a los demás vertebrados: reptiles, anfibios y peces. Muy rara vez tenemos en cuenta a los invertebrados:  por ejemplo, es muy difícil leer en revistas de divulgación algún artículo sobre el peligro de extinción de alguna especie de insecto o araña. En parte ello es debido a que por tratarse de seres menos conspicuos es complicado tener una idea del estado de sus poblaciones. Además, por tratarse de especies que suelen estar integradas por cantidades ingentes de individuos, nos producen inconscientemente la idea de que no corren el más mínimo peligro de extinción. Así, por ejemplo, se considera que en la selva amazónica la masa total de hormigas cuadruplica a la de los vertebrados. Sin embargo, cuando consideramos algunas especies en particular,  resulta evidente que pueden ser extremadamente raras en la naturaleza, tal como queda indicado por el alto valor que alcanzan entre los coleccionistas. Pero la rareza puede deberse no sólo a características biológicas de la especie en sí sino además a la relación del animal con su medio ambiente, lo cual es muy propio de algunas especies de insectos (p. ej.  : mariposas, chinches) que están asociadas solamente a una única especie vegetal. De este modo cuando dicho vegetal escasea porque el ambiente donde se desarrolla ha sido alterado, también, como consecuencia, los insectos que dependen de esa planta serán escasos. Como ejemplos podemos citar las acacias mirmecófilas de Centroamérica cuyas gruesas espinas sirven de albergue para hormigas simbiontes del género Pseudomyrmex. O el caso de las yucas plantas que requieren de una polilla específica para su polinización, de modo que en el caso de una especie, la yuca gloria, al extinguirse su polilla polinizadora, sólo puede reproducirse artificialmente. 

            Entonces vemos que la conservación de los artrópodos, cómo la de la mayoría de los seres vivos,  depende especialmente de los ambientes donde ellos viven y es evidente que conservando los ambientes es casi seguro que lograremos que los artrópodos a ellos asociados puedan mantener sus poblaciones. Sin embargo la conservación  de ambientes es problemática ya que entra en conflicto con la mayoría de las actividades  económicas humanas. Así vemos que donde se desarrolló primeramente la agricultura y ganadería en nuestro país, es decir la pampa húmeda, ya no quedan prácticamente ninguna zona donde se haya conservado el prístino pastizal pampeano.  Debido a estas actividades humanas de intensidad creciente debido al fenómeno de la superpoblación, los ambientes van sufriendo transformaciones que hacen de ellos verdaderos desiertos biológicos. En efecto, sistemas altamente complejos y de gran biodiversidad como las selvas tropicales y subtropicales son destruidos mediante el sistema de desmonte y quema para reemplazarlos con monocultivos, que se caracterizan porque poseen una población monoespecífica ( p. ej. un trigal) que no ha evolucionado en el lugar y que trae sus propias plagas, cuyo combate mediante el uso de insecticidas y herbicidas hace que se pierda una gran cantidad adicional de formas animales y vegetales. Además se dan muchos casos en que especies exóticas introducidas resultan invasoras desplazando a las especies nativas ya que carecen de un efectivo control natural.  

Otro factor importante a tener en cuenta es la contaminación, la cual deriva de las actividades humanas e implica una alteración importante de los sistemas naturales. La más notable y global es la alteración de la atmósfera tanto térmica como química, pero la que quizás ocasione mayor impacto directo a los artrópodos sea el uso de plaguicidas.  

En este contexto es interesante considerar el diferente concepto de la naturaleza que tienen las etnias nativas respecto del inmigrante europeo. Mientras estos ven sólo una fuente de riqueza a explotar mediante el recurso tecnológico y sin preocupación por el futuro, los indígenas consideran al hombre como parte integrante del medio ambiente, lo que implica aceptar un control natural de las poblaciones humanas que nunca pusieron en peligro la estabilidad de los recursos. Evidentemente esta es una postura ya difícil de mantener a la luz de la transculturación y el avance tecnológico, por lo cual la defensa de los ambientes depende de una toma de conciencia responsable sobre el hoy y el futuro del hombre en el planeta Tierra.